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Jorge Alberto Gudiño Hernández

02/04/2016 - 12:00 am

Contaminados

Dentro de unos cuantos meses, las autoridades se darán cuenta de lo obvio: el programa Hoy No Circula no sirve. Si acaso se ha convertido en un paliativo para ejercer su poder, cada vez más menguado. Ante su incapacidad de convertirlo en Hoy Sí Circula, de aceptar que la idea no fue buena, de hacer cumplir los reglamentos a vehículos demasiado contaminantes o, por supuesto, de integrar un plan eficiente para el mejoramiento ambiental, buscarán soluciones descabelladas.

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

Lo imagino mientras intento explicar a mis pequeños qué es la contaminación.

Dentro de unos cuantos meses, las autoridades se darán cuenta de lo obvio: el programa Hoy No Circula no sirve. Si acaso se ha convertido en un paliativo para ejercer su poder, cada vez más menguado. Ante su incapacidad de convertirlo en Hoy Sí Circula, de aceptar que la idea no fue buena, de hacer cumplir los reglamentos a vehículos demasiado contaminantes o, por supuesto, de integrar un plan eficiente para el mejoramiento ambiental, buscarán soluciones descabelladas.

Así, pronto anunciarán que por culpa de la economía mundial, de ciertos asuntos petroleros inentendibles y el descuido de todos los habitantes del país, se ha terminado la gasolina: de un día al otro ésta será escasa, habrá sólo en unas cuantas estaciones de servicio de la Megalópolis y costará una fortuna el litro.

De nada valdrán las manifestaciones. En las redes sociales, los usuarios del transporte público se burlarán de los automovilistas. Incluso sacarán a relucir, de nuevo, su tan incontrovertible superioridad moral. Queda claro que los vehículos oficiales contarán con el abasto de tan apreciable combustible. También los servicios de emergencia, el transporte público, los helicópteros de los poderosos, los coches deportivos de los adolescentes millonarios.

Antes del primer día, el 85 por ciento de la población llegará tarde a sus lugares de trabajo. Un 42 por ciento decidirá no hacer el recorrido de vuelta a casa, sabiéndose que deberían emprender el regreso apenas al llegar.

Antes de tres días, el caos será total. Incapaz de cubrir las necesidades de traslado de toda la población, el transporte público se verá superado, primero, y colapsado por completo, muy pronto. La incómoda pasividad de quienes se habían resignado por décadas a hacer cola a la espera de un camión, se vendrá abajo cuando una mujer llegue gritando al paradero: su hijo necesita transporte seguro por una emergencia médica. Cuando esta misma escena se repita hasta el cansancio, la turba embravecida hará que la mujer de marras sea quien necesite ser hospitalizada.

Antes de una semana, el robo de combustibles habrá escalado a niveles inauditos: circularán videos en los que un vecino le vacía el tanque al otro, en los que un adolescente se intoxica al querer sacar gasolina del coche de su papá por el método de la manguerita.

Antes de un mes, se habrá registrado la primera gran migración. Ya no sólo es un asunto elemental de transporte, se ha sumado la escasez generalizada. Además, una apatía existencial parece haber tomado el control de la otrora capital del país.

Antes de un trimestre, la industria automotriz reportará sus primeras pérdidas. Como ya no existe ese supuesto pacto que partía de la idea del Hoy No Circula, se han dejado de consumir vehículos. En contraparte, los bicicleteros están en jauja. Ya hasta han diseñado complejos armatostes familiares. No son las típicas bicicletas para cuatro. Es algo más cercano a la imagen de Los Picapiedra: ahora adaptan los automóviles viejos para ser impulsados por la fuerza de las personas. La ciudad pronto será un paraje más saludable.

Antes de un año, la población se habrá reducido a la mitad. La economía estará por los suelos pero eso importará poco. Las empresas aceptarán que todos trabajen en casa. Los ciclistas estarán contentos, el cielo será muy azul y en las redes sociales se burlarán de quienes viven en ciudades menos civilizadas que ésta.

Visto el éxito de este nuevo problema gubernamental, el mismo que no sólo resuelve la contaminación, sino que se ocupa de problemas demográficos, comunicativos y genera imágenes hermosas de los volcanes, no entiendo por qué no, en lugar de imponer mayores restricciones a un programa que no sirve, optan por algo como esto. Suena radical, es cierto, pero el resto de las ocurrencias no son mejores.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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